miércoles, 23 de diciembre de 2015

El regalo (Exlibris)

La vida es una caja de sorpresas.
Una caja en papel de letras.
Azul, rosa, carmín.
Dos sílabas continente.
Una palabra océano.
Las cuatro letras de una diva.

Lo digo por un exlibris
que ella nos ha regalado.
Porque sí. Porque es Navidad.
Porque en la locura de un mundo
desbocado, todavía queda un rincón
en el que celebrar la lectura. Leer.

Un exlibris, una paradoja
Recordarán mi nombre
y yo el de ella: Mónica.


(Gracias, Mónica, por el regalo)


La plantilla original para confeccionar tu propio exlibris, puedes encontrarla en el blog mobas de Mónica Basterrechea


viernes, 18 de diciembre de 2015

Feliz Navidad. JA, JA, JA

El otro día compré un Papá Noel eléctrico. Fue en una tienda de chinos. Tenían uno expuesto en las baldas dedicadas a los adornos de Navidad. Me gustó. Tiene cara de sueco o noruego, el pelo largo, rizado y muy blanco, igual que la barba. El traje rojo típico, el cinturón ancho y negro, las botas con los rebordes algodonados y en su mano derecha, una campanilla que hace sonar llevando el brazo arriba y abajo. Funciona a pilas. Vi las cajas y me decidí. Como todo lo que allí se exponía, no era demasiado caro. Precios asiáticos. Las pilas las vendían aparte. Antes de pagar, en el mostrador de la caja, pude ver uno exactamente igual que el que yo me llevaba. Estaba en marcha y movía el brazo, sonaba la campanilla y cada cinco segundos decía HO, HO, HO. Genial, me dije. A mis sobrinos les gustará.

Una vez en casa, abrí la cartón, lo saqué del plástico, le puse las pilas y lo dejé encima del mueble del recibidor. Por si acaso y para evitar sorpresas de última hora comprobé que funcionaba. Efectivamente, movía su bracito de arriba abajo y hacía sonar la campanilla. Tenía aspecto de estar bien alimentado, con sus pómulos sonrosados y la barriga enorme. Después de unos cuantos tintineos, el muñeco dijo: JA, JA, JA.

¿JA, JA, JA? Me dije. Se suponía que debía decir HO, HO, HO. De nuevo, después de otra serie de campanillazos, dijo JA, JA, JA. Cinco tintineos y otra vez JA, JA, JA. Busqué el ticket de compra, pero lo había tirado. Si regresaba corriendo, puede que el empleado se acordara de mí. Pero no debía precipitarme. Reset duro. Lo apagué y lo volví a encender. De nuevo, el muñeco repitió la locución: JA, JA, JA. ¿Qué es esto? le dije en alto, se supone que deberías decir HO, HO, HO y no JA, JA, JA. Él me respondió: JA, JA, JA.

Lo volví a desconectar. A mí no me toma el pelo un muñeco, por muy Papá Noel que sea. Extraje la caja y el plástico de la basura y, como buenamente, pude, lo volví a guardar en la caja. En la tienda, me dirigí al empleado. Mire usted, dice JA, JA, JA, en vez de HO, HO, HO. Lo saqué, lo puse encima del mostrador y lo encendí. El muñeco campanilleó y dijo HO, HO, HO. ¡Vaya por Dios! Exclamé. Parece que se ha arreglado. Avergonzado, salí del establecimiento pidiendo perdón y profiriendo palabrotas.

Otra vez en casa, volví a encender el muñeco. Esta vez, en la mesa de la cocina. Campanilleó y dijo: JA, JA, JA. ¡Mierda! Otra vez. O dices HO, HO, HO o te estrangulo. Pero el sueco gordinflón siguió en sus trece con el JA, JA, JA.
Lo volví a meter en la caja y lo aparté encima de la alacena. Junto a los libros de cocina. En la parte más elevada.

No me gusta la Navidad. En fin. Yo hago lo que puedo, lo juro. Intento agradar a todo el mundo, a la familia, a mis sobrinos, a mis hermanos, a mis padres. Pero siempre hay alguien que lo echa todo por tierra. Este año ha sido Papá Noel. Yo soy más de Reyes Magos. No hablan. Solo cabalgan en sus camellos y sonríen a los niños. Pero Papá Noel, ese señor con cara de noruego o sueco y con aspecto de atiborrarse a azúcares y grasas y bebidas alcohólicas, no es de los míos.

Llegaron mis sobrinos. Qué bonito árbol. Qué bonitas guirnaldas. Qué precioso Nacimiento. Qué luces, qué espumillón, qué… ¿Y Papá Noel?, preguntaron. JA, JA, JA, les respondí. Tío, se dice HO, HO,HO, me corrigieron. ¿HO, HO, HO? Les respondí, yo tengo uno que dice JA, JA, JA.
Ja, ja, ja, se rieron. No nos lo creemos. Entonces, después de sopesarlo durante medio segundo, decidí desenvolver de nuevo el muñeco borrachuzo y mostrar a mis sobrinos el engendro navideño que había comprado en los chinos. Lo puse en la mesa del salón, cerca del árbol de Navidad, y lo encendí. El gordo movió su brazo, tintineó la campanilla y dijo HO, HO, HO. Los niños, extasiados, se quedaron observándome, como diciendo, donde está el truco, o el chiste, o la sorpresa. Se supone que tenía que decir JA, JA, JA, y no HO, HO, HO, les dije. Pero no les hizo ninguna gracia. No entendieron nada y yo tampoco.

En fin. Cenamos, nos dimos los regalos, brindamos, comimos turrón y se fueron a su casa. El gordo borracho me miraba desde la mesita del salón. Estaba quieto. Apagué las luces del árbol. Recogí alguna vajilla y fregué algo. Después me senté a fumar un pitillo, solo, sin ruidos, tranquilo en el sofá orejero del salón. El gordo rojo me miraba. Cabrón, le llamé. Eres un traidor. Pero él no hizo nada. Tenía su brazo bajado, sujetaba la campanilla y sonreía de esa manera con la que sonríen quienes no tienen nada que perder. Entonces, apagué el cigarrillo y me levanté. Le subí la camisola roja por la espalda y di al interruptor. Luego lo posé en la mesa. Movía la cabecita y su brazo derecho de arriba abajo. La campanilla tintineó y el imbécil profirió. JA, JA, JA.

Eso es todo inspector. Lo demás ya lo sabe o se lo puede imaginar. Saqué el encendedor y le amenacé. Te vas a arrepentir, le dije. Él seguía con su JA, JA, JA como si la cosa no fuera con él. Lo rocié de coñac y lo prendí. Di ahora JA, JA, JA, cabrón, le dije furioso. JA, JA, JA, me respondió entre llamaradas. JA, JA, JA, repitió. El fuego se extendió. Cayó una chispa a la alfombra. La ventana estaba abierta y las llamas se precipitaron por toda la habitación, las cortinas primero, los muebles y más tarde toda la vivienda.

—¿No tiene más que decir? —me preguntó el oficial.

— Nada más, señor. Solo, tal vez, mencionar que no me arrepiento. Yo soy de los Reyes Magos ¿y usted?

El inspector me miró con la boca abierta y yo concluí: Una cosa más, le dije:

— ¡Feliz Navidad! ¡JA!, ¡JA!, ¡JA!

--FIN--

Y... Feliz Navidad.